lunes, 15 de noviembre de 2010

Mi querido Duluti - Por Óscar


Hace ya tres meses que he vuelto de África y todavía tengo la cabeza allí, o al menos parte de ella. Tiene gracia porque mi madre siempre me ha dicho eso de: “¿Dónde tienes la cabeza? Cualquier día te la dejarás en cualquier sitio…” Parece que al final, como casi siempre, mi madre tenía razón y finalmente la he perdido en Tanzania. Lo que no sabía es que además también me iba a dejar parte del corazón…

Es curioso cómo funciona nuestra mente pero estoy asumiendo que definitivamente hay cosas que siempre me recordarán a esos niños... Cosas que no tenían un significado especial antes de estar en Tanzania pero que ahora cobran un sentido simbólico y que rápidamente me hacen viajar 6.850km desde Madrid a Arusha con solo cerrar los ojos…

La semana pasada me tuve que ir por trabajo a Suiza. Mientras iba en tren atravesando el país para llegar a mi destino me maravillé con el paisaje…Las montañas, las casitas, las verdes praderas, los lagos…y de repente mi mente se transporto a otro sitio: al lago Duluti en África. Es un sitio mágico que tuve la suerte de visitar. Un lugar donde una cuerda para saltar a la comba se convierte en un objeto para calcular las novias y novios que cada uno hemos tenido a base de saltos. Un sitio donde las sonrisas se consiguen a base de sodas y colas compartidas entre dos. Un lugar donde el tiempo se detiene mientras cinco niños te rodean y no haces otra cosa que contemplar el lago y los árboles. Un sitio donde unas gafas de marca son motivo de un anuncio de la TV para unas niñas de 13 años. Es un momento en el tiempo donde hasta las “niñas” de 20 años sienten pánico cuando haces que las tiras al agua. Un lugar donde un masaje en la espalda después de llevar un “bultito” de 4 años encima por un buen rato te parece la mejor manera de combatir el cansancio. Un lugar donde las cámaras de fotos se convierten en máquinas que capturan sentimientos además de recuerdos. Donde las furgonetas de 9 plazas se ensanchan hasta acoger a 40 personas en su interior…

Habrá lagos más bonitos, lagos más grandes o con más peces, donde el enclave paisajístico sea inmejorable. Lagos con monstruos dentro, lagos con más flores o con barcos. Pero ningún lago es como el lago Duluti porque ese es un lago mágico y eso lo convierte en un lago especial y único. Tan único como los sentimientos que guardo en la mitad de corazón que aún conservo y en los recuerdos que guardo en la mitad de la cabeza que me he traído a España.

PD. Os dejo con una canción de Serrat que, para mi, resume muy bien lo que nos pasa cuando nos acordamos de ellos...(Óscar) http://www.youtube.com/watch?v=kjOT0_scm1c

Y ahora te hago yo una pregunta a ti...¿Tienes algún lugar guardado dentro de ti que es especial? ¿Cuál es?

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El significado de Baobab




De vez en cuando juego con las imágenes en mi cabeza y, mientras recorro las calles de Madrid, me imagino que me traslado de nuevo al paisaje africano. África es sinónimo de contraste de verdes y amarillos: kilómetros y kilómetros de la extensa y tranquila sabana, superficies pobladas por dormidos maizales, el silencio apacible bajo los plataneros y las acacias y…el dominio de enormes Baobabs, que destacan imperiosos bajo un nítido cielo azul.

Y es que lo de los Baobabs es algo curioso. Hay una historia que cuenta que en tiempos remotos el baobab lucía una belleza sin precedentes y era tan vanidoso que no aceptaba que ningún ave u otro animal ensuciasen sus ramas. En una ocasión un pobre pájaro cansado se posó en su copa para descansar y acicalar su plumaje. El baobab se enfadó y le ordenó que no dejara la suciedad en sus hojas. El árbol al cerciorarse de que el pájaro no acataría la orden, comenzó a agitar sus ramas hasta que el pobre animalito decidió emprender el vuelo antes de salir herido. El baobab, satisfecho, siguió mirando orgulloso hacia el cielo convencido de ser el ejemplar más bello sobre la faz de la Tierra. Sin embargo, no contaba con que el acontecimiento que acababa de ocurrir no era más que una prueba a la que había sido sometido por los dioses. El árbol era egoísta y, por ello, recibió el iracundo castigo de la corte celestial: su hermoso ramaje fue enterrado y ocultado de la vista de sus cohabitantes y fueron expuestas sus raíces aparentando implorar el perdón de los dioses.


De ahí que los europeos en sus primeras expediciones le bautizaran como el “árbol al revés"...Pero más allá de lo impresionante que puede resultar este árbol, lo es mucho más otro tipo de Baobab, tal y como Paula refleja en las siguientes líneas:


"El baobab es un árbol que parece que crece del revés, con las raíces mirando al cielo porque prefiere mirar hacia arriba con la cabeza bien alta y empaparse de la energía del sol, que le hace crecer cada día.

El baobab es imaginación en grado extremo, es ilusión, es alegría, es lo cotidiano del día a día llevado de la mano de una gran familia que convive en armonía con su realidad.

Es ilusión pero no mentira. Es la aceptación de una circunstancia o un pasado no agradable convertido en ilusión por una buena vida. Una vida cargada de valores que derrumbarían a más de uno. Por su sinceridad, por su aplomo, por su falta de egoísmo, por su afán por compartir, por la ilusión de seguir creciendo, por su bondad, por las eternas sonrisas.

El baobab es una carrera de relevos, un dictado en inglés, una tarde de lectura, un circo, es ugali, una obra de teatro, una gymkhana, son pulseras de colores, es el juego de las sillas, una guerra de besos, abrazos de buenas noches, un buen partido de fútbol, es tender la ropa al sol o hacer una tortilla de patata para cuarenta, es un guerrero masai que vigila nuestros sueños, una cabrita cantora y además madrugadora, es ir a por agua al río, es levantarte y que te den los mejores buenos días que jamás hayas oído, es jambo, es habari, es una pequeña mano que se coge de la tuya en un paseo cerca de los bananos… el baobab son cien y hasta mil momentos cotidianos y familiares, extraordinarios por su esencia, simple y pura, repleta de bondad.

Quienes duermen en baobab, son unos chavales que sueñan con ser mejores, con tener un buen futuro. Unos quieren ser abogados, científicos, médicos, maestros, incluso, actores. Otros aún no lo saben porque son aún muy enanos… pero todos… quieren ser algo. Tienen ilusión por vivir a pesar de que hasta ser de la familia del baobab, sus vidas carecían de lo básico: la sensación de tener alguien que se preocupe por uno mismo. Básica y fundamental en el desarrollo de un niño. Tan básico como comer.

Hoy, si te topas con ellos, son chavales que confían en los pasos en los que dan, no cesan en su camino ni temen los tiempos venideros. Son valientes, pequeños hombrecitos y mujercitas, otros no tan pequeños, que saben que ellos mismos pueden. Y porque pueden, quieren. Son personas que ya no temen las noches en vela, ni piensan que mañana quizás, pasará algo terrible. Ahora piensan que mañana tendrán que ir al colegio y aprenderse la lección, que hay que lavarse los dientes tres veces al día y por supuesto, las manos antes de cada comida.

Que te miran a los ojos cuando hablan y... qué miradas. Siempre sinceras, cargadas de fuerza y de significado. Pura energía. Cero egoísmo. Eso son los chavales del baobab.”